Articulo,super reflexivo,dedicada a los que se excenden,maltratan a la ciudadanía , en nombre de un deber imaginario,en total desacuerdo con la realidad del mundo en que vivimos y las aspiraciones de la inmensidad de las personas, que se sienten como tales.
David Torres http://blogs.publico.es/davidtorres/2012/09/26/querido-policia/
Querido policía
Querido policía, déjame felicitarte por lo de
ayer. Te portaste como un hombre, te ganaste a base de porrazos la paga
extra que te habían quitado y cumpliste a la perfección el encargo de
apalear al pueblo. Es cierto que para otras cosas, la verdad, no vales,
por ejemplo, eres incapaz de distinguir un hueso de pollo de un hueso de
niño, con lo cual una simple investigación por asesinato acaba
transformándose en un circo mediático y un pobre paleto te chulea
durante meses, pero es que tú no estás para eso, querido policía, a ti
no te pagan para pensar ni para sumar dos y dos siquiera. Lo tuyo es
intimidar, montar follón, colarte dentro de una pacífica multitud y
caldear los ánimos, manejar la porra y pegar hostias. Y lo cierto es que
para eso no tienes precio, aunque el despliegue militar de ayer (con
casi 1.500 efectivos, carretadas de lecheras, helicópteros, caballos,
vallas, pelotas de goma) le haya salido por un pico al contribuyente.
Con lo que te pagaron ayer a ti y a tus colegas por acojonar y romper
huesos, se podía haber construido un colegio.
Da la casualidad de que ayer pasé frente al Congreso,
no por Neptuno, sino por la Carrera de San Jerónimo, y vi la tremenda
multitud a la que tenías que hacer frente: muchos jubilados, algunos con
bastón, una señora armada de un silbato, otra con una camiseta contra
los recortes, un montón de jóvenes de ambos sexos, unos cuantos
fotógrafos, e incluso una pareja de ciegos que paseaba de arriba abajo
tentando el aire. Aunque para ciego tú, querido policía, ciego y sordo,
blindado de arriba abajo, envuelto en tu escudo y tu casco pretoriano
para demostrar una vez más que no estás ahí para defender al pueblo sino
para todo lo contrario. Al verte, tan chulo, tan orgulloso de tu
fuerza, recordé a aquel anti-disturbios que me tropecé ventitantos años
atrás, en una manifestación universitaria, un tipo grande como una
montaña al que oí gruñir mientras acariciaba la porra: “Qué ganas tengo
de repartir hostias”.
Querido policía, sigues siendo la misma bestia sin
ojos y sin alma de toda la vida, la misma máquina de golpear de hace
veinte años y de hace cincuenta años. Te conocemos ya porque te hemos
visto antes, te hemos visto muchas veces, vestido con ese o con otro
uniforme, el perro de presa del dinero, el esbirro imprescindible de
todo poder y toda época: el mismo cosaco a caballo que golpeó al pueblo
hambriento hasta la muerte en la Plaza Roja, el policía gordo que
apaleaba negros en Mississipi, el tanquista ruso que entró a sangre y
fuego en las calles de Praga.
Querido policía, debes de sentirte muy hombre
sabiendo que enfrente sólo tienes manos desnudas y palabras, debes de
sentirte justificado en tu violencia cuando hasta tú te tragas tus
propias mentiras y acabas por creer que estabas haciendo frente a
tácticas de guerrilla urbana cuando allí sólo había gente que no venía
ni a tomar el Congreso ni a secuestrar diputados sino a expresar su
rabia, a gritar que ya están hartos de tanta mentira y tanto expolio. El
Congreso ya está tomado por una banda de cuatreros que ha incumplido
todas sus promesas, unos sicarios del poder financiero al que sirven con
la misma devoción que vosotros a ellos. Ya sé que lo tuyo no es pensar,
pero piensa por un momento que si la muchedumbre de ayer hubiera ido
con ganas de bronca, probablemente no habrías salido tan bien parado. A
veces me pregunto cómo será eso de llegar a casa con el deber cumplido
cuando tu deber consiste en agarrar del cuello a una mujer, en abrirle
la cabeza a un señor indefenso, en reventar a palos a un joven tirado en
el suelo. Ya sé que te pagan a tanto por hostia y a doble por cabeza
abierta, pero te advierto que la gente se está empezando a hartar de que
la traten como a ganado, de que la ordeñen cada cuatro años y la
aporreen siempre que les apetezca.
Que duermas bien, machote.
- 6/09/2